lunes, mayo 16, 2005

Permanecer amando

Permanecer amando en una súplica,
en un reto constante de la vida.
Permanecer amando en el sigilo
desde lejos y tan cerca.
En el aroma tibio de las palabras dichas
y en el grito desesperado
del silencio.

Permanecer amando siempre,
más allá del transcurrir vano.
Fiel como la señal inconfundible
de la existencia de los días.

Permanecer amando
en la transparencia
del tácito acuerdo de lo eterno.

26-02-2001

Etiquetas:

miércoles, mayo 11, 2005

Instantáneas 3

1.
Si lograra descifrarte
el mundo de las flores
volvería a renacer.

2.
No logro entender
el por qué de tanto acercamiento.
Sentir que soy artífice de tu cambio
y no saber por qué.

3.
Tanto llanto en mi nombre
o en nombre de qué.
Algo sucede y no comprendo.

4.
Alboroto originado por mi presencia.
La noche fue hora de proximidad
y la unión generó la hecatombe.

5.
La hecatombe de los celos
por tu belleza o por su inferioridad.
Tu preferencia me da alas
y estoy feliz.

6.
Buscaste la hora de estar a solas.
Encanto sublime de la noche de verano.
La belleza frente a mis ojos
abriéndose como gajos recién nacidos.

7.
Contención dice la palabra
que no puede nombrar
aquello que aún no imagina.

8.Cuando creía perdida la magia
me sorprendes cabalgando
en mi misma dirección.

27-01-03

Etiquetas:

miércoles, mayo 04, 2005

Diana

Fotografía: "Diana/Artemis" Stepping Stone / Garden Plaque, por Ann & Jon Maglinte.
Yo estaba de pie con los ojos cerrados, vertical entre los muertos, cuando la vi. Sobre mi espalda se arrastraba el peso devastador de aquellos mezquinos e impunes cadáveres que no molestarán. Lo más interesante de algunos muertos es que ya no pueden decir (digo bien ‘algunos’, sí, porque no es bueno generalizar y meter a ‘todos’ en la misma bolsa, hay ‘otros’ que sí nos hablan y ¡qué suerte que lo hagan!).
Permanecía allí en medio de la nada.
Diana comenzó a caminar paseándose por un pasillo curvo de calas amarillas. Conté sus pasos: noventa y ocho pasos dieron sus zapatos en un ir y venir como noventa y ocho campanadas que retumbaban detrás del pequeño círculo de aquella ventanilla. Miré sin ver, con mis ojos sumergidos en el vacío, desde la contundente miseria que exhibe cada uno de los muros. En silencio.
Me invitó a un café y me senté a la izquierda, a su lado. Presentí que era un ser humano. Hacía calor y tenia sed. Me miró y sólo le pedí agua. Me ofreció tres vasos, me dio el suyo también. Parecía la celebración de algún aniversario perdido en el tiempo. La mañana nos deleitó con un cielo diáfano del que emergieron sesenta y cuatro rosas rojas para ornamentar a los duendes que revoloteaban en la invisibilidad del aire. Pude verlos: llevaban las flores que colgaban de sus cuellos como guirnaldas matemáticamente dispuestas de dos en dos.
Mi vientre y mi garganta intentaron esconder los harapos de la desconfianza para que no saltaran a la superficie en un estallido atroz. Aquello hubiera resultado ininteligible en aquel momento, en aquel lugar. De haberse disparado alguno de ellos, hubiese quedado con la indigencia al desnudo después de los alaridos: ‘¡Ya no creo en nada, en nada!’, ‘¡Ya no creo en nada ni en nadie!’. No, mejor no. Preferible continuar en el mutismo, sí.
Las calas amarillas se habían esfumado misteriosamente.
Las mesas estaban ordenadas como para un banquete: blancas, redondas, limpias, delicadas. Diana apareció enfundada en unos pantalones blancos y camisa negra. Blanco y negro, pensé: la dicotomía entre la claridad y la oscuridad, las dos únicas caras posibles de esta vida incolora. La noche era cálida, el cielo estrellado. Conté nuevamente sus pasos que subían y bajaban escaleras y ascensores, también sus pasos hasta el escenario. Mil novecientos noventa y ocho pasos en toda la noche. Bebí dos copas de vino y un par de botellas de agua mineral. Aquello sí que parecía la celebración de algún otro aniversario que la gloria me ha robado.
Diana estaba sentada fumando un cigarrillo. Yo permanecía de pie pero con los ojos abiertos. Fue entonces cuando ella me dijo... ella me dijo... ella me dijo... Y yo le creí. Volví a confiar en las palabras de alguien nuevamente. Le creí.
Los cuerpos de los hombres y de las mujeres flotaban como si tuvieran vida propia. Las luces dicroicas esparcían, como flechas, sus rayos rojos, azules, verdes, del suelo hacia el techo. Miré a mi alrededor. No había pasillos, ni cadáveres, ni calas amarillas. De las estrellas parecían desprenderse sesenta y cuatro rosas rojas como fuegos de artificio para un festejo inesperado.
Las hadas invisibles parecían sonreír al son de una música muda.
Mi vientre y mi garganta escondieron los harapos de un vestido con bolsillos desfondados por las monedas ausentes.Aún le creo. Será mi diosa de la luna.
04/05/05

Etiquetas:

La mano que espera

La mano que espera
en la sima de la noche
mece su amor
colgada de un abismo
del eje de la luna.

La mano que espera
en soledad sigilosa
a que titile una estrella
y se quiebre el silencio
en dos extremos.

Sobre el cristal de las horas
- en la concavidad de la vigilia -
la luminosidad de la voz infinita
en el cuenco de su vida
esa mano espera.

02-05-2002

Etiquetas:

domingo, mayo 01, 2005

Instantáneas 2

"Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir".
Alejandra Pizarnik

1.
Cómo se duele la tarde
maltratada por el poder del cansancio.

2.
Se acerca la deshora infinita
donde las máscaras se vestirán de risa.
Si es que pueden.

3.
Lúgubre la voz del hastío
cuando ya nada más terrible puede suceder
cuando ya nada sucederá.

4.
He de maquillar el rostro
para no revelar el alma.

5.
No comprendías que estabas poniéndole
punto final al más bello poema.
O tal vez querías terminarlo.

6.
Te veré y no.
De lejos y distante.
Ahora ya siempre será así.

7.
Seguramente, todavía no has llorado
por la lluvia que vendrá.

8.
Imáginame siempre colocada
de este lado de la fotografía.
Que nunca me veas de otro modo.

9.
Habrá fuerza, valor, coraje.
No se dónde están
pero he de hallarlos.

10.
Imagino tus ojos de hoy cuando descubran
que el viento se ha vuelto sordo.

11.
Y no habrá mal tiempo.
Simplemente, porque no hay tiempo
de ningún color.

12.
Y has de decir tu voz
antes de que parta el exilio.

13.
La lejana muchedumbre
será el suave decorado
del adiós que elegiste.

14.
Que los súbditos se ocupen
de alabar a los reyes.
Yo sólo soy invitada.

15.
La confianza como un pétalo
de margaritas desgajadas
es el tiempo de tu elección.

16.
Tu decisión no es mia.
Sólo cumplo tu última voluntad.

17.
¿Espero? ¿Qué espero?
La palabra. Una mano. La mirada.
Siempre lo que hay.

18.
Que no deshagas esta noche
el poema que ha llevado años construir.

19.
Es tarde y tengo miedo.
De ir. De no ir.
De tu mirada de siempre.
De ese no querer darse.

20.
Otra vez el silencio
con rostro y forma.
La voz que siempre me hablará.

21.
La sabiduría es juego de símbolos.
Descifrarlos es de ignorantes.

22.
La sorpresa será la tormenta
que agigante la hondura de tu voz.

23.
Jugaré el juego que aprendí.
No es bueno enseñar.

24.
Ahora puedo prescindir
de lo imprescindible.
Aunque no pueda. Fingiré.

25.
Los maestros son puñales
que uno lleva insertados en el corazón.

26.
Los dioses peligran de no ser adorados.
Los plebeyes pueden crecer.
Los primeros quedan a oscuras.
Los segundos encenderán su luz.

27.
Estuve para servirte.
Ahora estoy para no estar.

28.
Una sola mirada que me des
y la noche se vestirá de azul.

29.
Acostumbrada ya he aprendido.
Todo.
Ahora es mi turno.

30.
Jaque a los reyes.
Ellos pidieron a gritos
la victoria de los vencidos.

31.
Es hora y no quiero.
Pero es hora y he de callar
todo lo que te estaré diciendo.

32.
Se que me llevará el demonio
y no habrá piedad por mí.
Quiero tu mirada una vez más.

33.
Faros.
Encandilan.
La tarde se vuelve abismo.

34.
El número que no aprendiste
es la ecuación final que nos condena.

35.
Esta noche será la última y no puedes comprenderlo.
Todavía no tienes edad suficiente.

36.
Ir. Quedarse.
Brillaré de todos modos.

37.
Se que me quemarán
las palabras del destierro.
Igual me apronto.

38.
Tarde la hora.
Noche definitiva.
Para callar
lo que jamás dijimos.

39.
La fría tarde es un trago
no tan simple de digerir.

30/08/2002

Etiquetas: